ARTE Y MODELISMO NAVAL

 

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HISTORIA
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NAVE EGIPCIA DE LA XVIII DINASTIA

LA NAVE DE LA REINA

hatsheptsut

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LA REINA HATSHEPTSUT

Dos representaciones de la reina,
de las pocas que se conservan en relativo buen estado.
En ellas se aprecia claramente la barba postiza de los faraones.

hatsheptsut

 

 

En Tebas, en la orilla occidental del Nilo, hay un lugar que pertenece a otro mundo. Es un lugar de ruinas solemnes talladas en la roca con terrazas ahora vacías
de vegetación, una inmensa calzada de esfinges, inmensas columnatas y pórticos, estatuas gigantes y mutiladas de una reina, capillas-barco, relieves de un extraño viaje a un país de ensueño, naves que transportan enormes obeliscos y productos exóticos y valiosos, santuarios de la diosa vaca y del dios chacal. Hoy se llama Deir el-Bahri en otro tiempo Djeser-djeseru. Muy cerca hay un valle donde los reyes cavaban sus tumbas y se daban la vida eterna. Hoy, como ayer, es un lugar de muerte.
Hubo una reina de la que se dice fue hermosa, inteligente y despiadada. Naturalmente sólo nos queda la versión de los que la odiaron. Fue primero corregente con su esposo Tutmosis II(1492-1479) y luego con su hijastro, Tutmosis III. En un determinado momento esta princesa se proclamó “Rey” de Egipto y gobernó hasta su muerte cuando Tutmosis III tenía la edad de 22 años. Esta reina, que en sus representaciones en piedra aparece con los signos de poder del alto y bajo Egipto, incluida la barba postiza de los faraones, se llamó Hatshepsut. Su hijo se encargó de destruir o mutilar casi todas sus estatuas.
En el año 1493 a.c, durante el Imperio Nuevo de la XVIII dinastía se produce uno de los primeros viajes de los que hay constancia detallada en la Historia. La reina Hatshepsut manda una flota de naves al legendario y nunca descubierto país de Punt. De este lugar de leyenda conocemos muy poco, sólo los retratos de sus reyes tomados del natural por artistas egipcios, sorprendidos por su extremada obesidad. No sabemos el lugar exacto que sirvió como puerto de salida, ni el número de naves, ni la longitud del trayecto. Mil años antes el rey Sahure había mandado otra expedición de la que se conoce su producto: incienso, electro (aleación de oro y plata), mirra, goma arábiga, ébano, pieles y pigmentos. Desde entonces se perdió la ubicación del lugar geográfico y nació la leyenda.
Las narraciones del viaje en tiempo de Hatshepsut, nos dicen cosas como esta: “Cargados de maravillas del País de Punt: preciosas y fragantes maderas de la Tierra de los Dioses, montones de resmas de incienso, renuevos de los árboles que exudan este producto, ébano y marfil puro, oro, madera, cinamomo, cosmético para los ojos (Kul), cinocéfalos, monos, perros, pieles de la pantera meridional, nativos con sus hijos, retratos con los soberanos de Punt, el rey Perehu y la reina Eti. Un tesoro semejante nunca se ha traído para ningún rey que haya gobernado desde el principio
EL BARCO DE HATSHEPSUT
Basado en los hueco-relieves del palacio mortuorio de la reina en Deir el-Bahri, hemos tratado de reconstruir como sería una de las naves del viaje al país de Punt.
Algo sabemos sobre la arquitectura naval egipcia a través de los barcos enterrados que se han encontrado en diferentes excavaciones aunque, bien es verdad, que se trata de barcos fluviales que no servían para la navegación en alta mar. También sabemos que los egipcios recurrieron a los «pueblos del mar» para la construcción de sus naves de altura, utilizando maderas importadas del Líbano como el cedro y maestros carpinteros fenicios e incluso cretenses. En las representaciones de estas naves no se aprecia quilla externa en el barco, pero si un fuerte espolón a proa y una fuerte curva a popa terminada en una flor de loto cerrada o no. Esto nos lleva a suponer que ambas piezas se comunican por una quilla interna a modo de mamparo central a lo largo de la línea de crujía, sistema utilizado muy posteriormente por las galeras mediterráneas largas y estrechas como refuerzo central. Refuerza esta idea el hecho de que en las representaciones se aprecia claramente una gruesa maroma atada de proa a popa, sostenida longitudinalmente por horquillas de madera y que se retorcía para tensarla fuertemente. Esta maroma o «tortor» debía producir tal tensión central en la nave que sin un elemento central de refuerzo, él peligro de quebranto de la nave debía ser muy grande.
Partimos por tanto de una fuerte pieza longitudinal de roble como mamparo central, a cuyos lados hemos ido forrando con tracas talladas en sus bordes y extremos. Estas naves no llevaban costillas y por tanto no tienen caja de gálibos, sino que cada pieza se ensambla con la siguiente mediante costuras de nervios de animales o fibra vegetal, así como piezas encastradas en forma de colas de milano. Sorprendentemente el barco va tomando la forma precisa sin necesitar cuadernas.
La pintura, basada en las de las maquetas encontradas en diferentes tumbas, no son probablemente las originarias de las naves que hicieron el viaje, son por tanto una interpretación personal. Hemos utilizado motivos jeroglíficos de la época y los cartuchos del nombre de la reina en la vela. La pintura utilizada es acrílica sobre fondo ocre muy claro. Hemos tratado de representar la nave capitana. Es una lástima no conocer su nombre real ya que la costumbre era utilizar nombres tan poéticos como “Atón ilumina”.

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